El Gran Ordenador (1ª parte)

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En 2016 ocurrieron varios sucesos extraños que en ese momento no comprendí de inmediato y que acabé creyendo que eran «normales». Como ya he dicho, no tenían nada que ver con los terribles acontecimientos que habían ocurrido anteriormente, cuando los enemigos estaban en pleno apogeo, por lo que, al compararlos, no me parecían demasiado importantes. Sin embargo, al recordarlos después, me di cuenta de que eran la señal de una clara Presencia que estábamos ignorando. De hecho, tras el periodo de tregua y calma, volvieron los contratiempos y las distracciones. Era extraño porque el periodo de pausa nos permitió comprender que realmente habíamos ganado, y aún más extraño era que las Naranjas, el Antiguo, Baal, los Reptilianos, etc., no se habían dejado oler durante un tiempo, ¡y desde entonces no volvieron a aparecer en todos los años siguientes! Sin embargo, estaban volviendo a aparecer esos contratiempos que servían para robarnos tiempo y que ya habíamos aprendido a reconocer como mecanismos debidos a la presencia alienígena. Había sido nuestra mayor victoria contra los alienígenas y todos parecían haberse ido, pero alguien se había quedado, alguien muy escondido, que una vez caídos los demás se tomó su tiempo para reorganizarse y actualizar su ejército: alguien a quien aún no habíamos atacado como es debido. Empecé a darme cuenta en el momento en que alguien, delicada y silenciosamente, estaba cortando las conexiones entre mi Conciencia Superior, así como entre mi Alma y mi Ser, que se encuentra en planos superiores, y entre mí y Dios, para que no hubiera una comunicación directa como la que había hasta hacía unos días. Pero como practicaba todos los días, era fácil darme cuenta de cualquier cambio con respecto a aquellos que, en cambio, no practican con constancia, y notar las nuevas dificultades para ellos no sería tanto una razón para esforzarse más, sino más bien para rendirse rápidamente con la excusa de que practicar se ha vuelto más complicado. Por eso, en cuanto me di cuenta de estos extraños cortes de conexión y comunicación, reaccioné inmediatamente para reforzar aún más la conexión, para que no consiguieran cortarla y, peor aún, hacerme acostumbrar a esa nueva situación que era la dificultad de comunicación con Dios y con el Alma; situaciones a las que no tenía intención de acostumbrarme y a las que no tengo intención de acostumbrarme en absoluto. Además, no había pasado mucho tiempo desde la publicación del libro Dios existe. Sí, y sabe quién eres, pero tú no sabes quién es Él, por lo que estaba bien preparada para la posibilidad de que, una vez publicado ese libro en el que describía con todo detalle mis métodos de conexión y las técnicas que utilizo para comunicarme con Él, los oscuros me atacaran duramente para bloquearme esta facultad e impedirme seguir haciéndolo. Así que era consciente de que podrían intentar obstaculizarme y ya me había organizado para no encontrarme desprevenida: cuando empezaron a cortarme las conexiones con Dios y las comunicaciones con el Alma, reaccioné inmediatamente reforzándolo todo, evitando así que lograran su objetivo. Una vez hecho esto, expliqué y repetí a todos mis alumnos de la Academia la importancia de invocar al Alma y conectarse con Dios, realizando meditaciones profundas en absoluto silencio mental, porque solo así, aquel o aquellos que cortaban las conexiones, no podrían impedir la comunicación correcta. En mi caso, el problema no se planteó porque reaccioné de inmediato, pero empecé a darme cuenta de que alguien estaba cortando las conexiones de los alumnos con sus Conciencias superiores, hasta tal punto que estas personas empezaban a derrumbarse y a a abandonar totalmente su camino evolutivo. No veía razones sensatas para que esto sucediera, y sin embargo se dejaban desestabilizar por una pequeña y trivial distracción que los llevaba a caer demasiado rápido, mucho más rápido de lo que había sucedido en años anteriores. Entonces me pregunté quién estaba provocando esto: investigué para comprender más a fondo la razón de este declive colectivo. 

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Empecé a darme cuenta de que algo no iba bien, ya que las personas que caían antes de marcharse pronunciaban frases muy precisas e idénticas entre sí, aunque no se conocían entre sí, y menos aún porque, a pesar de ser ambos alumnos míos, no tenían ningún vínculo entre ellos; y, sin embargo, de repente caían uno tras otro, no sin antes pronunciar más o menos las mismas palabras: «Anoche vi una luz y comprendí que había encontrado a Dios, ya no debemos practicar ni protegernos porque solo dejando de practicar se puede encontrar a Dios»; y hasta aquí, no me lo tomé demasiado en serio. Eran los clásicos caídos en el Low que, para no admitir que no tenían ganas de practicar, decían que era mejor no hacerlo. Sin embargo, estos comenzaron a insistir, a contactar a mucha gente para convencerlos, incluso insultándolos, de que todos debían dejar de practicar porque solo así «encontrarían a Dios». ¿A qué venía tanta insistencia? ¿Cómo era posible que hubieran olvidado tan rápidamente que era precisamente la práctica lo que les había permitido vivir sus primeras experiencias con Dios, si hasta entonces solo habían rezado a un dios ficticio con barba blanca que se pasaba el día espiando a la gente mientras tenía «pensamientos impuros», el mismo dios que castiga a las personas solo por «pensar», pero que no castiga a los curas por los crímenes que cometen material y físicamente? Al principio no me lo tomé en serio porque pensé que habían caído en una de esas trampas habituales de los «maestros espirituales» a sueldo que te dicen: «No practiques, si quieres evolucionar tienes que darme dinero y te despertarás», y ahí es donde miles de personas sacan inmediatamente la cartera para enriquecer a estos mendigos estafadores. Por lo tanto, pensé que estaban cayendo en una de esas trampas, pero como nunca ha sido mi costumbre insistir para que la gente me siga, ya que siempre he dejado libertad de elección, especialmente porque si alguien no practica, es asunto suyo, ¡yo practico y evoluciono de todos modos! —, simplemente dejé que siguieran su nuevo pensamiento y que tuvieran sus propias experiencias, aunque sabía perfectamente adónde les llevaría. ¡A la nada! Pero, como ya he dicho, cada uno debe ser libre de tomar sus propias decisiones, incluso cuando son claramente erróneas. Sin embargo, lo que empezó a sospecharme fue cómo, una tras otra, las personas primero contaban que habían tenido «experiencias magníficas con un rayo de luz de Dios», pasando, en el mismo día, de decir «no sé hacer nada, no consigo practicar, este es un periodo muy difícil para mí y casi no practico nada» a «he visto a Dios y me ha dicho que...», y eso era precisamente lo que me olía mal. Hay reglas físicas y energéticas en esta dimensión que son muy fáciles de entender: si hoy no sabes montar en bicicleta, hoy tampoco sabes conducir una moto; si hoy no sabes conducir un coche, mucho menos puedes, en un solo día, convertirte en el piloto profesional más hábil del planeta, y repito, no en un solo día; si ni siquiera sabes correr 200 metros sin quedarte sin aliento, no puedes convertirte hoy en el atleta más rápido del mundo. Es muy sencillo, las mismas reglas se repiten en las facultades psíquicas: si hasta esta tarde no podías hacer nada, no practicabas y ni siquiera podías sentarte a conectar con Dios durante dos minutos, es impensable que por la noche consigas tener las revelaciones y experiencias más importantes de tu vida, tal vez mientras echabas la siesta. Con un poco de intuición se comprende que no es una excepción que podría ocurrir, sino que es precisamente lo contrario de lo que se está contando. ¿Qué sucedió exactamente en ese momento? ¿Cómo es posible que una persona que deja de practicar, que se sumerge en el Low, que deja de protegerse y que es secuestrada por los extraterrestres, de repente diga que ha tenido estas increíbles experiencias con Dios que le han dicho que debe dejar de practicar para «encontrar la luz»? 

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Me pareció sospechoso, pero tengo la costumbre de no dar respuestas precipitadas pensando que las respuestas lógicas son las correctas, ya que las experiencias psíquicas no se pueden razonar con la lógica, sino que hay que considerar todos los acontecimientos psíquicos que no conoces, antes incluso de considerar los que conoces. Por eso necesitaba tiempo antes de estar segura de lo que estaba pasando. Pero las experiencias no tardaron en llegar. En los meses siguientes, me dediqué a realizar varias prácticas muy complicadas y avanzadas, que requerían una fuerte conexión con Dios y con las dimensiones superiores. Para llevar a cabo estas técnicas, pero sobre todo para obtener los resultados —que es lo que importa, el objetivo de la práctica—, tenía que alcanzar un estado mental óptimo y conectar con las vibraciones de Dios. Pero las últimas veces ocurría algo extraño. Mientras practicaba en silencio mental y en perfecta concentración, había una extraña luz blanca, muy brillante, que me envolvía, era muy tranquila y también mucho más brillante que las veces anteriores; el problema era que, una vez que me dejaba envolver por esta hermosa luz blanca, de repente me sumía en mil pensamientos, distracciones y en una extraña fase mental y emocional que reconocí como apatía. Durante años practiqué con la energía pránica blanca, que siempre ha sido la energía más positiva, beneficiosa y naturalmente cercana a Dios; y así habría continuado. Pero, ¿por qué ese extraño haz de luz me estaba causando ese efecto? ¿Por qué esa luz blanca que veía me golpeaba de repente, dejándome apática y llenando mi mente de zumbidos? Algo no me cuadraba y, en un primer momento, pensé que se trataba solo de una distracción mía, de un momento en el que perdía la concentración y que diversas razones —teniendo en cuenta también la técnica que estaba realizando, muy compleja y que requería un gran nivel de familiaridad con la energía— me llevaban a distraerme, nada más. Sin embargo, los días siguientes, cuando invocaba el prana para meditar, todo iba bien, pero cuando practicaba técnicas más avanzadas que servían para materializar acontecimientos en la realidad física, lo que ocurría era que esta extraña luz blanca me envolvía, me hacía sentir tranquila, casi como si me dijera «todo irá bien», y luego caía en una fuerte apatía. No había nada bueno en lo que estaba pasando y quería investigar a fondo. Hablando con Alexander, nos dimos cuenta de que no había nada normal en la situación que estaba ocurriendo: una extraña luz tranquila, demasiado tranquila, te envolvía y luego caías en una fuerte apatía que te privaba de fuerzas físicas y mentales. No había nada bueno en lo que estaba pasando. Practicábamos mucho y con muchos objetivos diferentes, y hasta entonces sabíamos que los resultados siempre se veían reducidos a la mitad por la presencia alienígena que nos atacaba. Sin embargo, en ese periodo todo estaba tranquilo, parecía que nadie nos atacaba, porque no teníamos dolores, molestias, trastornos, ningún alienígena se presentaba en casa en mitad de la noche ni siquiera durante el día; no nos secuestraban, no había olor a presencia alienígena ni en casa ni a nuestro alrededor. Sin embargo, empezó a imponerse con cada vez más insistencia un programa molesto, que resumido en pocas palabras sería «Llega, pero no llega». Este concepto se estaba volviendo cada vez más palpable. Alexander y yo empujábamos para que sucediera algo y, hasta entonces, si mientras empujábamos sentíamos que iba a suceder, sucedía realmente; si, por el contrario, sentíamos que no iba a suceder, significaba que había muchos obstáculos que lo bloqueaban y, tal y como lo percibíamos, no sucedía. Saber practicar también significa reconocer que las situaciones que ocurren no dependen solo de tu voluntad, sino también de la voluntad de otra persona, y gana quien tiene más energía e impacto en la realidad que el otro.

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Saber practicar significa reconocer que alguien más podría tener más impacto que tú —por ejemplo, los extraterrestres que obstaculizaban nuestros resultados con sus tecnologías avanzadas— y comprender que, para obtener lo mejor, simplemente hay que practicar más y alcanzar niveles más altos hasta que se logren esos objetivos. Pero en ese momento estaba sucediendo algo que iba en contra de todo lo que habíamos aprendido hasta entonces: practicábamos para un evento, sentíamos que se iba a realizar, teníamos la certeza de que el resultado iba a llegar y luego... luego no llegaba. Para quienes no están acostumbrados a practicar durante muchos años, este concepto resulta difícil de comprender o, mejor dicho, lo subestiman y piensan que es normal; incluso afirman que «siempre les pasa a ellos» y que e , simplemente porque no practican, por lo que es obvio que sus deseos no se hagan realidad. En cambio, quienes practican desde hace mucho tiempo y comprenden la diferencia entre un evento que se realiza gracias a su propia técnica y un evento que ocurre por casualidad, también aprenden a comprender la diferencia entre cuando no se realiza porque no se ha practicado lo suficiente y cuando no se realiza porque hay alguien que lo está impidiendo seriamente. Este periodo comenzó a presentarse como lo que en el futuro renombramos como «Llega, pero no llega», lo que en los años siguientes nos llevó a no pocas dificultades para concretar eventos precisos. Insisto en que para quien no practica es fácil decir «es cierto, a mí también me pasa, pienso que va a ocurrir algo bonito y luego no ocurre», pero lo que estoy explicando no tiene nada que ver con ilusionarse con que algo tenga que ocurrir; estoy describiendo la intensa práctica de modelar los eventos de la Matrix, que nos permitía hacer que sucedieran situaciones que habíamos decidido previamente, y hasta entonces sentíamos cuándo iban a suceder y cuándo no. A partir de ese momento, de repente, algo cambió y lo que sentíamos que iba a suceder se detenía en el último momento y no se materializaba. Por ejemplo, Alexander y yo impulsábamos que sucediera algo: todos los acontecimientos a nuestro alrededor se posicionaban de tal manera que ese acontecimiento estaba a punto de suceder; nos encontrábamos con las personas adecuadas, en el momento adecuado y en el lugar adecuado, todo parecía seguir los planes y estar a punto de cumplir nuestros propósitos. En el último momento, esa persona cancelaba el evento porque le sucedía algo extraño, muy extraño, que no habíamos previsto, que le hacía perder tiempo e impedir que se concretara ese evento. No es que cambiara de opinión, sino que ocurría algo que le distraía y le impedía concentrarse en la realización de ese evento. Lo que ocurría era tan extraño que no podíamos considerarlo «simplemente Low». Una noche estaba a punto de firmar un contrato con una empresa que me habría reportado grandes beneficios: el hombre que tenía delante estaba muy contento con esta colaboración y me entregó el documento para que lo firmara; un instante antes de dármelo, recibió una llamada: era su mujer, que quería decirle por teléfono que ya no le quería y que quería divorciarse. Se levantó llevándose el contrato, pasó horas discutiendo por teléfono y luego me explicó, casi llorando, que en ese momento necesitaba tomarse un tiempo porque sin su esposa no podía seguir adelante con este proyecto, ya que se necesitaba la firma de ambos. Por supuesto, no volvimos a saber nada el uno del otro. Un tiempo después conocí a otra persona, todo iba bien y decidimos colaborar, así que fijamos una fecha y una hora para reunirnos y firmar el contrato. Nos encontramos en el lugar acordado, pero nada más saludarnos, él recibió una llamada: su madre se había caído por las escaleras y se había hecho mucho daño, tenían que llevarla urgentemente al hospital. Él se encontraba en una ciudad muy lejos de donde vivía su madre, y sin embargo llamaron precisamente a él para que la acompañara al hospital, aunque lo más lógico y sensato habría sido llamar inmediatamente a una ambulancia.

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Pero no, él tenía que conducir dos horas antes de llegar al lugar; naturalmente, el contrato se canceló de nuevo. Y estos fueron solo dos de los numerosos acontecimientos extraños e inequívocos que ocurrieron y que demostraban que realmente había algo grande y oscuro que quería impedirme llevar a cabo esos proyectos, que, casualmente, no eran tan importantes para mí como para la realización de eventos que habrían beneficiado a mis alumnos y a la Academia. Esto es lo que quería decir con «Llega, pero no llega». Y este programa se estaba convirtiendo casi en una costumbre. No entendía por qué, sobre todo cuando se trataba de Dejarse llevar por Dios, lo que hacía siempre había funcionado: ¡ocurrían los acontecimientos más positivos! Sin embargo, algo estaba cambiando: durante la práctica de Dejarse llevar, una extraña luz blanca me envolvía, pero no era como las veces anteriores (cuando los eventos se realizaban), sino que era una extraña luz blanca, que poco a poco se volvía más grisácea, que me envolvía y en pocos instantes me apatizaba, mientras que una sensación me decía «todo irá bien, verás que esta vez será así» y, sin embargo, las verdaderas conexiones con Dios no provocan en absoluto apatía, al contrario, ¡conducen a una gran energía y ganas de hacer cosas! Y como tenía grandes experiencias previas con la conexión con Dios, no me cuadraba en absoluto la extrañeza que estaba experimentando últimamente. Todo esto me daba fuertes e s sospechas de que había algo muy grande detrás. Llegó la enésima persona que me dijo: «Anoche vi una bellissima luce bianca che mi avvolgeva... ho capito che era Dio! Devo smettere di praticare perché il vero Dio arriva a me se smetto di Proteggermi!» (Anoche vi una bellissima luce bianca che mi avvolgeva... ho capito che era Dio! Devo smettere di praticare perché il vero Dio arriva a me se smetto di Proteggermi!). De repente, tuve una intuición: ¿era este «Dios» del que hablaba la gente la misma luz blanca que intentaba joderme la mente y fingir ser Dios? ¿Era esa misma «presencia» la que decía «todo irá bien» y, mientras tanto, empujaba al fracaso mis proyectos? Empecé a investigar, practicando en la frecuencia de esta «luz blanca» que no tenía nada que ver con el prana, con la energía, porque era precisamente una luz deslumbrante que me apestaba desde el primer día, pero que por alguna razón no había relacionado con la misma luz blanca que hacía caer a los espirituales en las trampas más fangosas. ¡Qué Dios ni qué Dios, aquí estamos hablando de extraterrestres! Alexander y yo practicamos intensamente, una y otra vez, en esta frecuencia para entender de dónde venía, de qué dependía y qué estaba haciendo. El descubrimiento fue increíble. Alguien, seguramente una raza muy avanzada, había diseñado una especie de máquina que decidimos renombrar «el Gran Ordenador», que servía para simular la presencia de Dios. Al principio descubrimos que alguien había creado este ordenador, con el tiempo añadimos más detalles al descubrimiento, comprendiendo quién lo había creado, con qué propósito, de qué manera y, sobre todo, cómo conseguía engañar a la gente sin que se dieran cuenta. Por otro lado, ¿cómo darse cuenta? Si para los practicantes es difícil, para los que no practican es obviamente imposible. Este gran ordenador había sido diseñado con el propósito de imitar a Dios, para que la gente, en su intento de conectarse con Dios, terminara conectándose con este enorme ordenador. Para fingir ser Dios, tenía que «calmar» y «relajar» a las personas para que cayeran en el engaño. El mecanismo era el siguiente: tú rezabas a Dios, en un intento de comunicarte con él y obtener una señal; de repente, te sentías calmar y relajar, y eso era para ti la señal de la respuesta de Dios. Pero, ¿qué estaba pasando realmente? Ese mecanismo se interponía entre tú y Dios —que es mucho más elevado en vibración y no se puede alcanzar con palabras, y mucho menos con oraciones— y te engañaba haciéndote creer que te habías conectado con la presencia/frecuencia de Dios: una vez que, inconscientemente, te dejabas envolver por su «luz» artificial, este ordenador tenía que chuparte la energía, robarte las ganas de hacer cosas, pero sobre todo bajar tus facultades psíquicas y, por lo tanto, tus facultades sensoriales que te permitían comprender el engaño.

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